El panorama mundial está cambiando, países emergentes están posicionándose globalmente y están teniendo cada vez más influencia económica.
Debido a los cambios abismales que se han presenciado en los últimos años, se ha denominado un grupo llamado BRIC compuesto por Brasil, Rusia, India y China, que dan fé del rápido crecimiento que han tenido y de la influencia que gradualmente han ido consiguiendo en decisiones internacionales.
Estados Unidos ha sido poco a poco relegado en cuanto a exportaciones y ahora existe una mayor diversificación de inversión y flujo comercial, que van no solo dirigidas a Europa, sino a las futuras potencias pertenecientes al BRIC.
El constante crecimiento de países hace que cada vez mas (gracias a la globalización) los países estén interconectados y exista una dependencia no solo económica sino en cierto punto política, creando vulnerabilidad e incertidumbre en cada una de las acciones tomadas por los países. De este modo, se puede ver como esta unión desencadena el concepto de “efecto mariposa”, el cual se refiere únicamente al hecho de que un cambio en un país afectará de manera positiva o negativa al resto del mundo.
Pues bien, si es tal el efecto que los cambios producen en el mundo, es posible pensar que los problemas actuales en el oriente medio puedan desencadenar una nueva crisis mundial?
Recordando un poco el papel de esos países en el mundo, nos damos cuenta que poseen algo muy codiciado por todos: Petróleo, por tanto es fácil saber que ya con eso tienen una pequeña ventaja frente a los demás, o por lo menos pueden poner ciertas reglas y condiciones al ser estas las mayores reservas del mundo.
Por otro lado, su posición geográfica (próximos al canal del Suez perteneciente a Egipto) por donde pasan diariamente 2.1 millones de barriles de petróleo hace que sea visto de manera atractiva.
Políticamente estos países han contado con dictadores de más de 30 años en el poder, lo que después de tantos años, ha causado indignación y manifestaciones entre la juventud.
Este es un problema que ya ha terminado en Túnez y Egipto con la renuncia obligada de sus respectivos presidentes, trayendo como consecuencia la alzada del pueblo de Libia, Yemen y Bahréin.
Este caos detiene la economía interna del país, la restricción de las exportaciones y por tanto crea tensión entre los demás países haciendo que la inversión extrajera directa disminuya.
Cuando se cierra la economía es cuando empiezan los problemas de cada uno de los países puesto que sus consecuencias a corto plazo son la falta de alimentos, iliquidez, descontento y violencia.
Es tiempo de un cambio político, de una renovación y eso solo se va a lograr con movimientos opositores que se manifiesten y exijan cambios inmediatos.
Teniendo en cuenta la interconexión anteriormente mencionada, y el alcance del llamado caos, en una zona como esta tiene repercusiones inmediatas en todo el mundo, y más cuando el libre tránsito del petróleo se puede ver afectado.
Dependiendo de las decisiones que adopten los nuevos gobiernos el precio de este commodity puede subir y los países van a entrar en conflicto.
De esta manera, cuando se presencian este tipo de situaciones es válido pensar en crisis, en inflación, en escasez y en todas las consecuencias que procederán a este reordenamiento político que sin duda alguna impone una nueva manera de gobernar y de manejar las relaciones con los demás países.
Por otra parte, el cambio presidencial supone nuevas alianzas, nuevas formas de gobierno y nuevos acuerdos que dependiendo de quién sea el nuevo representante pueden o no coincidir con las políticas de liberación económica. Este es el caso de Estados Unidos, que era aliado del ya ex.precidente Egipcio Mubarak y que ahora depende del rumbo que el nuevo gobernante desee tomar.
Es factible por lo tanto pensar que los problemas del oriente medio no están por lo pronto llegando a su fin, sino que al contrario, apenas comienzan a mostrar un cambio de 360° que alterará el nuevo escenario global y que pueden desencadenar la nueva crisis mundial.